viernes, 20 de noviembre de 2015

Choosing to die

Hará cuestión de un par de años, vi uno de los documentales más duros que recuerdo. Su título es 'Terry Pratchett: Choosing to die'. Como su nombre bien indica, trata sobre la libertad a poder elegir cuando morir. En gran parte de Europa, la eutanasia es ilegal. Sin embargo, en países como Suiza y Bélgica está permitido y hay algunas "empresas" (aunque suene difícil de asociarlo a este término) que facilitan esta posibilidad. Durante la casi hora de este metraje, un escritor de 62 años con Alzheimer acompañará a varias personas que han decidido someterse a este método debido a que por diferentes problemas de salud no pueden desarrollar con normalidad o tienen serias dificultades en su vida diaria, para así decidir si en un futuro cuando sus condiciones fueran peores imitar su camino.

Al verlo, hay momentos que se te encoge el estómago por la dureza de la situación y la frialdad que han tenido para llegar a este punto. Mi opinión respecto a la muerte asistida es que debería legalizarse, siempre siendo está permitida bajo previa aprobación médica. Pero claro, también es difícil considerar donde establecer ese punto donde poder dejar a una persona morir y habrían bastantes casos en que la polémica estuviera servida.

Una de las cosas que más he llegado a valorar con el paso del tiempo es tener calidad de vida. He tenido la mala fortuna de padecer una serie de enfermedades que durante algunos años me han afectado seriamente y hecho sufrir, pero tras una larga lucha personal y médica pude volver prácticamente a la normalidad. Es entonces, cuando vuelves a disfrutar de ese bienestar sin este tipo de problemas y cuando realmente conoces el significado y valor que hay que dar a una palabra como es "salud".

Al igual que con los animales, opino que cuando ya se ha hecho todo lo posible por alguien y no hay ningún tipo de margen de mejora, a este se le debería impedir que permaneciera sufriendo encadenado a esta vida y abrirle las puertas a otra mejor. Es duro para las personas de su entorno y que quieren a este ser vivo, pero más lo es ver consumirse mientras padece sin ningún tipo de mantenerse en condiciones dignas.

Desde bien pequeño siempre quise tener un perro en casa, concretamente un cocker de color marrón. En el día de El Pilar del año 2000 y sin yo esperarlo, ese sueño se convertía en realidad. Una pequeña cachorrita a la que mi hermana y yo decidimos llamar Vicky pasaba a ser un nuevo miembro de la familia. Esta perrita en su juventud fue algo rebelde, enterándonos a posterior que en el criadero del que procedía no había tenido muy buenos tratos. Pero ella siempre fue muy cariñosa y juguetona sobretodo con los niños, le encantaba que le disfrazaran, salir a pasear con las bicicletas, ir a explorar por el monte,... Y por supuesto nos ha dejado infinidad de anécdotas y momentos muy divertidos.

Además de ello, vivimos la experiencia de ver como ella daba vida a cuatro perritos más. Era una madraza y presumía de sus hijos. Incluso ante cualquier visita ella se acercaba a la gente para presumir de ellos y dejaba tocarlos y cogerlos, aunque sin quitarles un ojo de encima, situación que pocos perros permitirían por su instinto protector y de posesión. Finalmente, también decidimos quedarnos con una de sus hijas, a la que llamamos Lucy en honor al primer nombre que tuvo nuestra Vicky antes de acogerla en casa.

Pero Vicky se fue haciendo mayor y lógicamente con la vejez sus energías ya no iban siendo las mismas, aunque con una salud de hierro. Desafortunadamente, hace unas semanas vimos cómo se iba apagando, acompañada de unas enfermedades que se iban reproduciendo y desembocando en otras nuevas. Cuidados no le han faltado y ha tenido toda la asistencia veterinaria habida y por haber, hasta pasando por quirófano.

Hoy es un día muy triste. El día que nunca hubiera querido que llegara. Toca decirte adiós, Vicky. El último cartucho se ha consumido y es duro verte así, sufriendo. Alargar la espera no va a servir de nada, solo prolongar tu angustia y la de un destino que estaba escrito. Es increíble cómo a un animal se le puede a llegar a querer así y coger tanto cariño. Durante más de quince años has sido una de las cosas que más he amado, el perro que siempre quise, incluso mejor de lo que podía imaginar. Nunca te olvidaré. Todos te echaremos de menos. Ahora te toca descansar. Hasta siempre, Vicky.

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