miércoles, 6 de diciembre de 2017

Aprender divirtiéndose es felicidad

Hacía bastante tiempo que no me pasaba por aquí. No me había olvidado de este blog. Tampoco era por falta de ideas o temas sobre lo que escribir. Simplemente me faltaba motivación o no encontraba la forma ideal de plasmar posibles textos. Hoy me he animado y hablaré en rasgos muy generales de educar/enseñar: del cómo lo veo y he ido viviendo,... Mi experiencia actual.

De toda la vida, a excepción de la difícil etapa que ya pasé con mis problemas de salud, he sido una persona que le ha ido bien con los estudios. No me paso largas horas hincando codos. Tan solo soy aplicado y afortunadamente tengo una memoria fotográfica. Se me hace pesado estar sumergido entre libros, pero cuando toca hacerlo se cumple con ello.

A lo largo de toda la enseñanza, salvo casos puntuales, puedo decir que he tenido la suerte de contar con buenos profesores. Hay alguno con el que incluso he seguido manteniendo contacto personal con el paso de los años. Pero hubo uno que marcó un antes y un después. Él era Patrick, mi profesor de francés en 4º de ESO. Tenía un método muy particular para dar sus clases, a modo de concurso, con tal de que todos nos divirtiéramos. Y puedo asegurar que así era. Además de aprender en ese curso mucho más que en los anteriores e incluso bachillerato, todos los alumnos deseábamos que fuera el momento de coincidir con él, a diferencia de la desgana con la que normalmente concebíamos o asociamos el ir a clase a partir de cierta edad.

El año pasado, tras superar un segundo bache al detectarme la Enfermedad de Crohn, me decidí a estudiar Realización de Audiovisuales y Espectáculos (RAE) en el CEU. Para mí fue un duro palo anímico ver que llegué tarde y me quedaba el número uno en la lista de espera. "Un año más perdido" pensaba yo. Pero de "perdido" nada. Aunque sí es verdad que esos doce meses son irrecuperables, he ganado mucho más.

Puedo decir con total certeza que una de las mejores cosas que me han pasado en este 2017 es haber podido comenzar con dichos estudios en este preciso momento. Cada día me levanto con ganas de afrontar cada clase y aprender en ellas. Tanto mi familia, amigos como conocidos notan la ilusión y ánimo que me despierta.  Por fin estoy estudiando algo que me entusiasma, que me llena, en uno de los posibles campos en que me gustaría estar implicado en el futuro (junto al periodismo). 

Sin embargo, no ha sido el único motivo. Han habido más condicionantes. Como decía antes, he ganado mucho más. Desde casi el primer día ya se palpaba en el ambiente el que iba a estar rodeado de un gran grupo de compañeros, más acordes a los gustos y personalidad de los que podría encontrarme en el curso anterior. Ha habido casi como una conexión mágica entre todos.

Precisamente, ahí retomo el punto de inflexión que citaba anteriormente, donde aprendía divirtiéndome. En estos tres primeros meses de RAE, he adquirido más conocimientos de lo que hubiera imaginado y cuando termine lo haré con una digna preparación al contar con los medios adecuados. Me ha llevado a observar y digerir ahora la televisión, cine/películas, representaciones,... no solo por su argumento, sino también por la forma en que están compuestas. Y todo ello sin faltar cada día el humor. Unas risas o un tono divertido en las prácticas que realizamos, hace todo mucho más ameno. También con unas profesoras partícipes de ello, que incluso más en mi infancia seguía alguna en su faceta periodística.

Con todo esto quiero llegar al punto de que hoy en día convendría reflexionar precisamente en cómo enfocar la educación y la enseñanza. Esta no debería ser como una obligación que casi adquiere un sinónimo de castigo, sino más bien todo lo contrario. Lógicamente, a cada persona hay materias o temas que centran más su interés. Pero si se enfocara no únicamente a memorizar y vomitar en el momento del examen, profesores y alumnos ganarían, reflejándose también en los resultados obtenidos.