domingo, 17 de abril de 2016

La brújula perdida del periodismo

Hará cuestión de unos diez años, me realizaron una entrevista en una radio. Por entonces era presidente infantil de una comisión fallera y en este programa a nivel provincial dedicado a las Fallas, nos visitaron y dieron voz a los máximos representantes. En una de las preguntas realizadas, típicas para niños de una edad menor de 14 años, me decían que quería ser de mayor. Seguro que el presentador guardará mi respuesta como una de sus mejores y más divertidas anécdotas, ya que yo, ni corto ni perezoso, le contesté: millonario. Las risas que siguieron durante varios minutos podéis imaginarlas.

Y lo bien cierto es que yo a dicha edad no sabía a que dedicarme en el futuro. Me costó encontrar algo que me gustase, que supiera que me fuera a llenar por dentro, y que más que un trabajo por obligación fuera para hacerme disfrutar. Pero poco a poco fue convenciéndome el mundo del periodismo. Hoy en día, todavía y desgraciadamente por distintos motivos de salud, aún no he podido alcanzar ese objetivo. El camino es largo y se ha ido difurcando, teniendo que realizar previamente otros estudios en un campo parejo, pero llegará el día en que esa meta se vea cumplida y pueda dedicarme profesionalmente.

Quien iba a decirme a mí que muchos años después de esa entrevista, yo iba a estar en el lado opuesto. Y es que este mes de febrero arrancaba un nuevo proyecto radiofónico y online en el que asumiría el cargo de copresentador. Como mencioné, no me dedico a esto profesionalmente, pero llevo varios años de mi vida dedicando el tiempo que puedo. No es simplemente unos estudios o una profesión, es un modo de vida. Una devoción, algo innato, a lo que trato de dar la mayor profesionalidad posible, sin ser ningún juego. Sería un insulto a todos esos verdaderos periodistas que sí ejercen o ejercieron. Lógicamente, el aprendizaje, conocimientos y experiencia profesionalizan y perfeccionan, por lo que yo lógicamente conozco la realidad que me envuelve.

La seriedad, constancia, compromiso y dedicación a esto que agrada, han abierto muchas puertas que deseaba y he visto cumplidos otros sueños que ya más adelante trataré en otra publicación. Con la verdad por delante y con moderación en lo que tratas, date por seguro que no hay nada que perder y sí quizás algo que ganar y que genere tu felicidad. Por lo que me han inculcado siempre mis padres y por mis valores, he seguido fiel a estos principios y no me arrepiento.

Pero este texto me gustaría enfocarlo más al mundo periodístico y no a mi yo en este entorno. Aunque muchas pinceladas lo hacen bello, hay cosas que me repugnan. Sí, siento rechazo y esquivo ciertas facetas o labores que hay otros tantos quienes públicamente no comparten por falta de valentía o por miedo a perder el pan del que cada día se alimentan. Mi naturalidad y comportamiento me impedirían estar en un recreo con etiquetas tales como la mentira, distorsión de la realidad, manipulación, ley del silencio,... Y ahí no incluyo el resultado final de otras publicaciones/programaciones vomitadas contra el consumidor. Disto de todo esto.

Por partes. Cualquiera, desde un niño con una edad que le permita razonar hasta el más anciano, sabe que mentir está mal y es poco ético. Y si es en una profesión así, todavía peor. Aquellos que fabrican falsas noticias con tal de alimentar polémicas, el morbo e incluso buscar problemas y actúan como si de un juego que tratasen; o aquellos que de cara te dicen que defienden algo a capa y espada y por detrás van metiendo la puñalada o rajando sobre ello: no me representan.

Aquellos medios oficiales que no oficialistas -que tampoco son todos- que miden cada palabra de lo que dices, no toleran cualquier opinión con tal de que pueda manchar la imagen o parte de esta de su marca, sin permitir una total libertad de expresión: no me representan.

Aquellos que por una preferencia sea del tipo que sea (personal, política, deportiva,...) se posicionan clara y favorablemente con una parte a la que pintan de color de rosa mientras a la oposición la visten como la más fea y que ante acontecimientos adversos impera el "no he visto nada", es decir, el resultado de una manipulación informativa: no me representan.

Y aquellos que saben una información concisa y por miedo al que dirán y no tomar un protagonismo no deseado, reinando la ley del silencio: no me representan. También siento una total repugnancia cuando cualquier medio informativo centra su contenido casi en su totalidad a un hecho con Occidente como escenario y a otros totalmente idénticos, de mayor gravedad y que suelen producirse casi diariamente en Oriente se ponen una venda en los ojos y se precintan la boca.

Eso sí, a esa minoría de trabajadores que dedican horas a su deber y de forma muy digna o que pocos conocen y que luego por estar en representación de alguien o de alguno de los casos citados ni se transmite una sola línea o segundo a ello por ser considerado "de tercer plato o de no interés", cuando además luego la crítica destructiva del receptor les salpica a la cara, a todos esos periodistas: mi respeto y admiración.

Por otra lado, es una auténtica lástima ver también en que se ha convertido hoy en día el mundo televisivo. Ese en que los espacios o programas de ámbito periodístico o informativo/investigación deberían imperar, aunque lógicamente con variedad temática u otros contenidos para la diversidad y gustar a todos, pero una televisión que cada día se gana más a pulso nombres como el de "caja tonta" o "telebasura". 

No llego a entender como la sociedad en la que vivimos se siente tan feliz regozijándose entre mierdas como las más de quince ediciones de Gran Hermano, programas como 'Mujeres y Hombres y Viceversa', 'Un príncipe para tres princesas', magazines del corazón tipo 'Sálvame',... 

Sin hacer mención a formatos tipo 'Soy noticia' o de características similares que en escasas semanas quedaron en el olvido y cayeron de la parrilla televisiva, pocos y cada vez menos son los contenidos por los que merecería la pena tener sintonizada la antena del televisor, y un porcentaje medio de los presentadores de estos ni si quiera son periodistas sino que se han ganado una oportunidad por experiencias pasadas. Vease por citar algún ejemplo a Risto Mejide o Bertín Osborne, la cara opuesta pero tan capacitados como Jordi Évole, Ana Pastor, Iker Jiménez,... por los que todo sea dicho tengo aún esperanza y fe en que todo no está echado a perder.

Juntando todo lo citado y sin hacer mención detallada a la prensa escrita o medios radiofónicos, los cuales son muy extensos, a lo largo del tiempo por distintas actitudes o factores, muchos de los que consideraba referentes han tropezado ante algún escollo y han perdido mi admiración. Otros siguen y confío en que seguirán con paso firme, e incluso me siento afortunado por haber compartido en mayor o menor medida actos o informaciones que cubrir.

¿Pero que buena materea nos queda entre tanto deteriodo? Bien poca, la verdad. Al menos a mi modo de ver. Por esta pequeña parte es por la que se merece la pena luchar, seguir al frente sin haber renunciado a esta meta, por la que creer que este "cambio negativo" tan poco reconocible a lo largo de años atrás no termine aplastando y por la que en un futuro, cuando llegue la hora de la verdad, yo también quisiera formar parte. Porque la brújula perdida del periodismo se puede reencontrar o, al menos, dar un reconocimiento a la gente que no se vende y es real en esta cruda realidad.


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